El parón por mantenimiento del Nord Stream 1 ha intensificado en los últimos días el debate sobre las consecuencias que podría tener para Europa un hipotético corte de suministro total por parte de Rusia. A raíz de ello, se han sucedido los análisis sobre cuáles deben ser los próximos pasos que debe dar Europa para garantizar su soberanía energética futura, más allá del evidente estado de urgencia actual en el que nos encontramos inmersos desde el estallido de la guerra.
En este contexto, vuelve a saltar a la palestra la oportunidad que se presenta ante España para erigirse como hub gasista europeo a través de nuevas infraestructuras que permitan aumentar las exportaciones y asegurar así el suministro de gas -y, posteriormente, de biometano e hidrógeno-, a otros países del continente.
Una de las más relevantes, además del MidCat, es la nueva interconexión que se plantea a través de un gasoducto submarino que unirá nuestro país con Italia; concretamente, entre Barcelona y Livorno. El hipotético desarrollo de este proyecto, junto con otros que se barajan para dar salida al gas hacia otros países como Portugal, permitirá a España reforzar su relevante red gasista para que el día de mañana puedan circular estos gases renovables, absolutamente indispensables para la descarbonización del continente y la consecución de los objetivos marcados por la Comisión Europea que, entre otros, planea incorporar hasta 35.000 millones de metros cúbicos (35 bcm) anuales de biometano y aumentar la producción e importación de hidrógeno renovable hasta los 20 millones de toneladas para el 2030.
No perdamos de vista, sin embargo, la necesidad de ser más ambiciosos si realmente queremos liderar esta carrera. Contamos con una ventaja que debemos saber aprovechar, porque España tiene un enorme potencial para producción de biometano, que permitiría descarbonizar cerca de un tercio de la demanda de gas, equivalente al 100% de la demanda doméstico – comercial y un tercio de la demanda industrial, sin necesidad prácticamente de modificar ninguna de las infraestructuras con las que ya contamos hoy en día.
El ámbito privado lleva tiempo movilizando inversiones, tanto en biogás y biometano, como en hidrógeno. Para dar ese salto definitivo y cerrar el círculo, nos faltarían las interconexiones, esa capacidad para movilizarlo más allá de nuestras fronteras y hacerlo llegar al resto de Europa y contar con un sistema de garantías de origen a nivel nacional.